Vivimos inmersos en un oceáno de vibraciones buenas y malas.
Sin temor a equivocarme creo que puedo decir que todas las personas, en mayor o menor grado, tienen la capacidad de conectar con los niveles de energía positiva y negativa que les rodean. Unas pueden percibir las buenas o malas vibras en seres humanos. De ahí surgen expresiones como “Me siento cómoda con esa muchacha o ese tipo tiene algo raro.” Otras pueden hacer lo propio con la emanaciones que han quedado atrapadas en las paredes de casas, apartamentos, hospitales y lugares de trabajo, por mencionar algunos. Dependiendo del tipo de energía que haya en esos lugares, se usaran adjetivos como casa liviana y local comercial pesado para describirlas.
Creo que nunca he sentido malas vibras en una persona. Recuerdo haber conocido a personas que no me miraban a los ojos cuando me hablaban y que no me estrechaban la mano firmemente. Sí bien sentí que no me interesaba hacer amistad con esas personas, no llegaría al extremo de decir que les rechazaba.
Con las viviendas es otra historia. Sí no me falla la memoria, el primer lugar donde estuve consciente de estar envuelto en unas emanaciones positivas fue en la iglesia Santísima Trinidad, donde se casó una pareja muy querida. Esa noche experimenté una paz de espíritu que no conocía. Me sentí pleno y conectado a Dios, La Vida, El Universo... En ese entonces no atiné a pensar en energía potiva o buenas vibras. Lo que si sé es que no quería que esa noche terminara. Años más tarde viví una experiencia similar cuando estabamos buscando casa en New Jersey. La búsqueda nos llevó a través de diferentes condados. En uno de ellos vimos las casas por pura cortesía a la persona de bienes raíces. Y es que en el momento mismo en que se abrieron las puertas del tren en que llegamos, yo le dije a mi esposa que en ese lugar no teníamos nada que buscar. Algo muy diferente ocurrió cuando por fin dimos con la vivienda que el destino nos tenía reservada. Sin poner un pie dentro de la misma, miré a mi esposa y le dije, “Esta si es.” Así de elevados eran los niveles de amor que los dueños anteriores habían dejado impregnados en las paredes.
¿Qué parte de nuestro cuerpo es la que tiene que ver con detectar buenas y malas vibras? ¿El cerebro o el corazón? ¿Existe en nuestro cuerpo un hueso en forma de diapasón que vibra al detectar la presencia de energía positiva o negativa? Tal vez. Pero, yo me inclino más por la idea de que el alma no es más que una forma de energía, y como tal, responde a la presencia de otras formas de energía, en este caso, las vibraciones positivas y negativas.
La próxima vez que te conozcas a una persona que te haga sentir como si se conociesen de toda una vida o estés en un lugar donde te da la impresión de que se te hace difícil respirar, lo más probable es que estés sintonizando las frecuencias en que transmiten el bien y el mal. ☼
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Alex Guerrero es un creador de contenido que vive en Lawrence, Kansas. Considera que la pizza de piña sólo debería ser usada como repelente de tiburones y que el chocolate nunca falla en hacer felices a las papilas gustativas.
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