Un abrazo, un apretón de manos, una palmada en el hombro, basta para expresar tu solidaridad.
Recuerdo que hace ya varios años me enteré del fallecimiento del hermano de una persona que goza de todo mi aprecio. Me presenté en la iglesia donde alcancé a ver a mi amigo sentado solo en uno de los bancos. Me le acerqué despacio y puse mi mano sobre su hombro. Él me miró y se movió para hacerme espacio. Me senté y no hubo necesidad de decir una sola palabra hasta que no finalizó la ceremonia. Él sintió mi apoyo, solidaridad y amistad en el gesto de poner la mano sobre su hombro. Eso es todo lo que se necesita para estar ahí. No tienes que decir nada. Sólo tienes que dejar que tu respetuoso silencio envuelva y conforte a quienes lo necesitan, como si fuese una frazada para el alma.
Pienso que a veces no queremos reunirnos con un persona que ha sufrido la pérdida de un ser querido o está batallando contra una enfermedad, simplemente porque no sabemos qué decir, y ese miedo nos paraliza. Yo creo que si logramos vencer nuestro temor y nos animamos a visitar a ese ser humano que nos necesita, quizás descubramos que estar ahí es un 95% escuchar. El restante 5% consiste en lenguaje corporal: Decir “Sí” o “No” con la cabeza y “¡Quién sabe!” con los hombros y esbozar una sonrisa al escuchar una divertida anécdota relacionada con la persona a quien escuchas o sobre la persona que partió de este mundo. Una noble acción que tiene un impacto enorme en la vida de esa amiga o amigo a quien le hagamos compañía.
Estar ahí no se limita a la presencia física. Llamar a un amigo o pariente y dejarlo hablar, sin interrupciones ni cuestionamientos, también cuenta como estar ahí. Durante ese proceso en que la persona está tratando de ordenar sus pensamientos, de racionalizar lo que pasó o lo que está pasando, necesita hablar, y al hacerlo se le comienzan a ordenar las ideas y poco a poco se va deshaciendo de pensamientos embarrados de tristeza y energía negativa. Es como abrir abrir las cortinas del espíritu para que entren los rayos del sol.
“El mágico poder de un abrazo”
No a todas las personas les gusta dar o recibir abrazos, y eso hay que respetarlo. Pero en mi experiencia, el abrazo de una persona querida en un momento difícil, nos da fuerzas para seguir adelante y la capacidad de apreciar las cosas verdaderamente importantes. Un abrazo es el pegamento mágico que nos comienza a unir después que nos hemos roto en mil pedazos. Si ya diste el paso más importante, que es el de ir a estar ahí para esa amiga que quieres, no te cuesta nada decirle: “Te pido permiso para darte un abrazo”.
Mientras buscaba las palabras correctas para terminar esta publicación, acabo de darme cuenta de que hay más de una persona para quien no he estado ahí en la forma que necesitan y merecen. Trataré de cambiar eso.☼
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Alex Guerrero es un creador de contenido que vive en Lawrence, Kansas. Considera que la pizza de piña sólo debería ser usada como repelente de tiburones y que el chocolate nunca falla en hacer felices a las papilas gustativas.
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