Un ajuste que evitó que tarde o temprano me viera envuelto en una tragedia.
Hace muchos, pero muchos años, yo llevaba una doble vida. Por un lado era una persona respetuosa, de trato afable y que evitaba la confrontación a toda costa. Pero desde que me montaba en mi carro (automóvil) me convertía en un individuo con un estilo de conducir bastante agresivo. No sé si es que por mis manos desfilaron una serie de vehículos poseídos por los espíritus de Genghis Khan, Calígula, e Iván el Terrible, o simplemente mi conducta de tiranosaurio era el resultado de un trance hipnótico inducido por el olor de la gasolina. Bueno, el asunto es que yo era una amenaza para los conductores decentes, e incluso para algunas "fieras" del camino.
Y así siguieron las cosas por un buen tiempo hasta que llegó ese día en que todo cambió. Como de costumbre, tuve un altercado con un “colega”, entiéndase conductor agresivo. Él se bajó de su carro y yo del mío. Cada uno en diferentes lados de la vía. Cuando nos cansamos de insultarnos a todo pulmón e invitarnos a pelear, nos montamos en nuestros respectivos vehiculos y partimos. Cuando llegué a mi casa me senté un rato en la galería a dejar que se me “enfríara” la cabeza, con la suave y refrescante brisa que estaba soplando. Flotando en la misma llegó algo que me hizo reaccionar y pensar en qué hubiese pasado si ese individuo hubiese estado armado. Quizás en vez de estar en mi casa estaría tirado en la calle. ¿Hubiese valido la pena? Definitivamente que no. La vida de uno es un precio muy alto a pagar por algo tan tonto como es el hecho de un rebase temerario. No recuerdo la fecha, pero ese fue definitivamente el día en que Dios me bajó las revoluciones, para evitar que se me “fundiese” el motor.
Hoy día igual me molesto ante las imprudencias de los demás conductores. Lo que ha cambiado es la forma en que reacciono. La mayoría de mis reclamos tienen lugar dentro de mi cabeza. Otras veces sencillamente levanto los brazos y muevo la cabeza de un lado hacía otro. Casi siempre termino sonriendo al recordar cómo el bajón de revoluciones, quitó de mi camino la posibilidad de haber causado una tragedia debido a mi forma de conducir tan belicosa.☼
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Alex Guerrero es un creador de contenido que vive en Lawrence, Kansas. Considera que la pizza de piña sólo debería ser usada como repelente de tiburones y que el chocolate nunca falla en hacer felices a las papilas gustativas.
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